
For a Life Full of Love: Propio, compartido e ilimitado
Un nuevo paradigma social
Para el año 2025, la sociedad ha evolucionado de manera significativa, impulsada por generaciones anteriores que allanaron el camino hacia el progreso. Sin embargo, nuestra generación enfrenta el desafío de generar un cambio psicológico que acompañe estos avances, pues el cambio estructural alcanzado ha traído consigo ciertas desorientaciones. Por un lado, las mujeres expresamos nuestra decepción ante la aparente falta de transformación en el hombre; mientras que ellos comparten con nosotras el sentimiento, a través de su desconcierto frente a la velocidad y determinación con la que hemos asumido nuevos roles y responsabilidades. Tal como escuché de Antoni Bolinches, quienes hoy somos adultos jóvenes aún no hemos definido un paradigma más equitativo y enriquecedor de la diferencia, lo que nos lleva a conflictos que exigen, sobre todo, una revolución interna, no meramente social.
Considero que el verdadero poder transformador radica en la manera en que la feminidad y la masculinidad se fusionan para sustituir los roles por amor dentro del marco de la pareja, creando así un espacio de crecimiento mutuo que trasciende las etiquetas tradicionales.
El poder del amor en todas sus formas
Durante años, el amor ha sido visto únicamente a través del prisma romántico, considero que el amor trasciende esa visión. Nutre el alma, nos llena de propósito, de motivación y de vida. Sin embargo, hablamos poco de él como una elección consciente. Pareciera que, en nuestro camino a la adultez, compramos una “falsa libertad” que, vista de cerca, resulta ser una forma de libertinaje consciente. En la búsqueda de expresión, empatía y aceptación, terminamos atados a nuestras propias inseguridades y deseos individuales. Vivimos en una sociedad polarizada: de un lado, aquellos que buscan respuestas en su interior, de otro, quienes intentan llenarse de estímulos externos. Este contraste nos revela cuánto dependemos de una transformación que parta de lo más profundo de nuestro ser.
La individualidad y la conexión
Mientras afrontamos aquello que nos incomoda, nos topamos con un entorno hedonista y apresurado, marcado por el exhibicionismo constante. Me surgen las siguientes preguntas: ¿Cuáles son nuestros deberes morales? ¿Para qué sirve la moral en un contexto tan individualista? ¿La clave podría estar en apreciar la diferencia como fuente de enriquecimiento mutuo?
Personalmente busco que las relaciones sean espacios de expansión donde no solo “estemos”, sino que “seamos” y crezcamos juntos. ¿Cómo se logra este equilibrio? Al encontrar a alguien con quien descubrir aspectos de nosotros mismos que solo surgen en compañía, porque esa persona, simplemente siendo, nos abre puertas a rincones de nuestro propio ser que antes no conocíamos.
Cada día confirmo mi anhelo de encontrar en las relaciones algo más profundo que la mera compañía o el entretenimiento: busco crecer junto a otras personas, expandirme y descubrir facetas de mí misma que solo se revelan ante su presencia. Esa es, para mí, la verdadera riqueza de la diferencia: que nos complementa y nos ayuda a explorar rincones ocultos de nuestra propia identidad.
Elegir amar
Cuando ese momento mágico sucede —cuando dos almas se encuentran, se reconocen y deciden acompañarse en su evolución— todo cobra sentido. No importa cuánto tarde o bajo qué circunstancias llegue: si estamos preparados para recibirlo, sucederá de forma natural, porque hay cosas destinadas a SER. Entonces, aparece nuestra humanidad con todos sus miedos y el impulso de huir de lo incómodo. Pero ese amor elegido, ese amor que se observa, se escucha y se abraza, es el que nos transforma. Un amor que se decide, se construye y se alimenta de la autenticidad, la vulnerabilidad y el compromiso genuino para crecer en conjunto.
Considero que en esta nueva era, el amor propio, compartido e ilimitado es la fuerza más poderosa para impulsar un cambio desde adentro, un cambio que verdaderamente transforme nuestra manera de vivir, de relacionarnos y de comprender la vida. El verdadero progreso no es solo el que construimos en el exterior, sino el que cultivamos en el interior y compartimos con el otro.
Tal vez aún no tengamos todas las respuestas, y no pretendo tenerlas; de hecho, asumo la incertidumbre como parte esencial de este viaje. Me apasiona pensar que, en medio de nuestras tensiones y polarizaciones, podemos construir una nueva forma de amar, más consciente, genuina y plena. Creo de corazón que el amor, en su expresión ilimitada y compartida, es la fuerza más poderosa para impulsar un cambio real. Conforme avanzamos en nuestra revolución interna, se revelan pedazos de esa realidad que, por su naturaleza, está destinada a surgir cuando estemos listos para recibirla. Creo firmemente que el amor puede ser tan propio como compartido e ilimitado; y que, al elegirlo con valentía, nos abrimos al descubrimiento continuo de quiénes somos y de quiénes podemos llegar a ser, juntos.